sábado, 17 de octubre de 2009

¡Guau!, ¡Guau!, ¡Guau!

Por: Fermín López

“Pongamos un poquito de música”, le digo a Diógenes mientras conduzco el willys y enseguida coloco Summer of ´69 de Bryan Adams y miro el paisaje verde al lado de la carretera… ¡Ah! Perdón, no les he hablado de Diógenes, ¿Cierto?...no el Cínico, discípulo del alumno de Sócrates: Antístenes; no ese Diógenes, no el filósofo griego, el duro, el gran pensador que moraba en un barril (como El Chavo del Ocho), el que pa´ vivir sólo necesitaba una manta, un bolso de cuero, un bastón y una vasija (la que luego botó cuando vio a un niño coger agua con sus manos y se dio cuenta que no la necesitaba); el que andaba en medio de multitudes buscando un hombre honesto y nunca lo halló, el que en una discusión con otro filósofo, quien aseguraba que el movimiento no existía, Diógenes se paró y se puso a andar; el que según la leyenda, tuvo al frente al más grande hombre de la época: al poderoso Alejandro Magno y este le dijo que pidiera lo que quisiera, ¿Se imaginan? al gran Alejandro que poseía tesoros, tierras, propiedades, ejércitos; Alejandro el conquistador, el que tropeleaba junto con sus soldados, no como los generales, líderes o cabecillas de ahora que mandan a la guerra a frentear a los niños y muchachos como carne de cañón, mientras ellos se tapan en millones dejando madres desconsoladas alrededor del mundo; Alejandro el grande, el que a los 30 años tenía el mundo a sus pies (tiempos aquellos donde a los 30 años ya uno había hecho muchas cosas, ahora a los 30 años uno es un total fracaso que apenas sobrevive); Alejandro de Macedonia, el que paradójicamente no murió en ninguna de sus múltiples batallas, lo mató una fiebre, confirmando eso de que “no hay hombre en la tierra que no cumpla sus días”...Entonces ahí estaba Alejandro Magno, dueño de una gran parte del mundo, y parado al frente de Diógenes le dijo que sólo pidiera que estaba botao, que qué quería, “¡pida no más!”...y el maestro Diógenes le pidió lo siguiente: “Por favor se corre un poquito pa´un lao que me está tapando el sol...Gracias” Respuesta de un grande pa´otro grande. Se dice que Alejandro le dijo luego a sus acompañantes: “De no ser Alejandro me hubiera gustado ser Diógenes”…Es que Diógenes no se complicaba la vida con posesiones, ese es el ejemplo a seguir ahora en esta crisis económica donde el capitalismo salvaje vive sus últimos días, hay que seguir las enseñanzas de la escuela de los cínicos: la autosuficiencia, la vida natural alejada de los lujos sociales, una existencia austera, con lo estrictamente necesario…así se van pagando deudas, aprendemos a vivir con lo esencial, dejamos de producir tanta basura y abandonamos ese consumismo devastador que nos está aniquilando…


Bueno, les salí hablando un poquito del otro Diógenes, pero yo les iba a hablar de otro Diógenes, del que no les he hablado, de mi perro, un cruce de Chow Chow con Doberman, me lo regalaron hace años, cuando el can estaba recién nacido, tocó junto con mis hermanitos tranzar a la cucha pa´que nos lo dejara tener, pues a ella no le gustan los perros, ni los gatos, ni los loros, ni ninguna mascota, ella dice que los animales son pa´las fincas y tiene razón, creo yo. Pero bueno, la convencimos y Diógenes se quedó con nosotros. Al principio había que ayudar al perrito a salir de la caja de cartón de lo pequeñitico que era y me lo llevaba a trotar por el parque de la casa y las muchachas lo veían y decían: “¡Ay! ¡Tan bello!, ¡Como se ve de tiernito!” y yo les contestaba: “Gracias es que estoy recién bañadito…” y el perrito trotando detrás de mí lanzaba un leve ladrido: “¡Guau!”... ¿quién sabe si se reía del chiste? o en perruno me decía “¡Tan güevón!”

Al tiempo Diógenes creció impresionantemente y se puso muy cansón y tocó sacarlo pa´l patio porque destrozaba la cojinería de la casa, tomaba agua del sanitario, acababa con el vestuario de las visitas y algunas veces se trepaba al pollo de la cocina mientras mi mamá le voleaba trapo y escoba y mi hermanita Luz de 6 añitos lo embobaba con un pedazo de galleta pa’ meterlo al patio y cerrarle la puerta. El perro comió cuento las tres primeras veces, ya después le contestaba a mi hermanita mirándola fijamente: “!Guau, guau, guau!...” mientras le meneaba la cola, y Alex y Santiago (mis otros dos hermanitos) le traducían a Luz: “Dice que a otro perro con ese hueso”…tonces Luz se iba toda ofendida diciendo: “les toca a ustedes sacal ese chandoso pa´l patio, yo tengo que il a hacel taleas”…y mi mamá sentenciaba: “No aguanto más, ¡O se va ese perro o me voy yo!”.

Después de la partida de mi mamá de la casa...Ja ja ja mentiras, yo es por charlar…Entonces negocié con mis hermanitos y cuadramos la cuidada del sabueso pa´que mamá estuviera tranquila, pues pa´ ese entonces yo ya trabajaba y almorzaba en el trabajo y me quedaba duro hacerme cargo yo solo de él, pero ya con mis hermanitos colaborando el baile era a otro son. Cuadramos entonces que Diógenes sólo saldría del patio por la mañanita que lo sacaba mi hermano Alex antes de irse para el colegio, Santiago lo sacaba al mediodía, mi hermanita Luz un ratico por la tarde al jardín y a mí me tocaba sacarlo por las noches y los domingos. Todo estuvo perfecto por una semana hasta que mis hermanitos empezaron a sacarme el cu…erpo. A la siguiente semana Diógenes sólo salió un par de veces; que pesar, parecía un preso, la verdad el patio no era muy grande y una noche cuando fui a ponerle el collar pa´ sacarlo un rato me miró así como miran los perros cuando están tristes y ladró muy suave: “¡Guau!” y yo que entiendo del idioma de los perros tan poco como del lenguaje del silencio o del dialecto del amor, pensé que Diógenes me decía: “Me quiero ir…”, entonces esa misma noche decidí regalarlo al abuelo y con el dolor en el alma (como cuando uno deja ir a alguien que quiere mucho pero sabe que es mejor dejarlo ir), dejé ir a Diógenes pa´ la finca de mi otro abuelo, no Ramón, sino José.



Por esa época íbamos poco a esa finca, pues por esos días estaban “los muchachos” ya saben, los que todos saben quienes son pero nadie sabe quienes son, armados hasta los dientes, enloquecidos por el poder que les da un arma, aniquilando sus propios hermanos enceguecidos por la oscuridad de la ignorancia. ¿Paracos? ¿Guerrillos? ¿Sicarios? ¿Delincuencia Común? ¿Pájaros?...Llámenlos como quieran, pa´ mí son la misma mierda: “Las Bestias del Terror”…Así que en ese entonces la finca del abuelo era zona roja, lo visitábamos muy poco, pues era muy riesgoso ir, ¿Qué tal? No poder visitar nuestra propia tierra…Los colombianos somos paranoicos: terminamos cercándonos y minándonos pa´ protegernos de unos enemigos que creamos nosotros mismos, que somos nosotros mismos…


Me embolaté otra vez, yo les estaba hablando de otra cosa, pero ustedes entenderán que acá en Locombia por más que trate uno de evitarlo, termina uno hablando de la Matrona, la Intocable, la Dueña: LA GUERRA, así, con mayúscula sostenida, venerada a más no poder por Caracol y RCN que también se han tapao en millones de dinero mercadeando, morboseando y desinformando con ella. No sólo con sus noticias amarillistas, sensacionalistas y superficiales sino con sus podridas telenovelas y seriados, que despliegan una ostentosa calidad técnica pero que está atrofiando el cerebro de nuestros jóvenes enseñándoles que la vida sólo es ser lindo, bailar en discotecas lujosas, tener carros último modelo, mansiones, y las niñas crecen creyendo que la meta en la existencia es tomar el sol en una piscina con tetas postizas al lado de un traqueto. ¡Muy bonito Caracol y RCN!, endiosando una manada de bandoleros que aterrorizaron al país y siguen carcomiéndonos con la cultura del dinero fácil y predicando que la money y el cochino poder lo son todo, o que la fama o salir en televisión es lo máximo así sea haciendo el ridículo frente a tres “cantantes” en un conocido y mediocre reality. Como dice un amigo músico: le apuesto a que esos jurados del Factor X los llevan a una audición a American Idol que tiene un poquitico mas de calidad y no pasan)…



Ahora nuestros traquetos y aquellos bandidos que masacraron miles de personas son niños lindos, modelos; no se nos extrañe que dentro de poco saquen un seriado con Manolo Cardona haciendo de Carlos Castaño, o a Julián Roman haciendo de Tirofijo o Monojojoy y quizás a Sara Corrales haciendo de Karina, colombian people, “Locombia es pasión”…


Me perdí otra vez, pero perdido ando hace rato, buscando norte con una brújula en pedazos…Les contaba que fue duro la partida de Diógenes, pues sabíamos que era difícil volverlo a ver porque era peligroso ir donde el abuelo José, pero mi abuelo decía que el perro mantenía feliz correteando sin collar y hasta había conseguido novia, una perra pastor alemán de un vecino. Entonces mis hermanitos y yo nos consolábamos escuchando al abuelo cuando venía de visita a nuestra casa y nos contaba sobre la felicidad de Diógenes así no estuviera a nuestro lado, como cuando escuchamos que alguien que queremos y está lejos se encuentra bien…



Pasó el tiempo y un día decidí visitar al abuelo y a mi perro. “¿Te vas a ir por allá solo?” me dijo mi mamá, “Dejalo ir, la cosa esta un poco más calmada y es justo que visite a su abuelo y a Diógenes”, le dijo mi papá fresco como siempre a mi mamá. “Fresca cucha, que todos tenemos el día señalao y pa´mí que todavía no es mi hora y si es, pues era…ja ja ja”, complementaba yo. “Me dan una tranquilidad tus palabras cagón…” respondía la cucha entre preocupada y risas pues sabía que yo salía con bobadas pa´ despreocuparla. “Andate a ver mijo, vos como que naciste pa´andar como tu tío Chucho, que sabrá Dios dónde anda ahora” y mi mami me encomendaba a Dios y yo salía con mi morralito y mis quince años mientras desde el balcón de la casa mis padres y mis hermanitos me agitaban las manos y Luz, la niña de la casa, me gritaba con sus manitos cercando su boca: “¡Me tlae golisinaaaaaaasss!”


“¡Guau!, ¡Guau!, ¡Guau!”, me reconoció Diógenes de inmediato a media cuadra de distancia cuando me vio en el palo de guayabas desde donde se ve la finca del abuelo, y Diógenes y yo corriendo como en una película de Disney nos encontramos a medio camino “¡Guau¡, ¡Guau! ¡Guau!”. “¿Qué hubo pues mijo? Como estás de grande”, y el chandoso agachaba las orejas y movía la cola de un lao pa´l otro “¡Guau, Guau, Guau, Guau!”, y parecía que se le fuera a salir el corazón. A lo lejos veía al abuelo que venía con un cigarrillo encendido y se acercaba muy despacio con una sonrisa de oreja a oreja y me abrazaba y me decía: “¿Qué hubo mi Fermincito?” y después salía mi tía Melva con una taza de café y mis primitos a pie limpio dándome la bienvenida…


Luego se calentó el parche otra vez por la finca del abuelo y no pude volver en mucho tiempo, luego murió el abuelo y la tía Melva y mis primos se fueron pa´donde otra tía en una finca de otro pueblo y se llevaron a Diógenes, pues les daba miedo quedarse en la finca, por la inseguridad. Y estuvo un tiempo sola la finquita, que paradójicamente había bautizado el abuelo “Las Acacias” haciendo honor al pasillo: “…ya no vive nadie en ella, y a la orilla del camino silenciosa esta la casa… se marcharon unos muertos y otros vivos que tenían muerta el alma…” Y resulta que años después partieron la tierra y mis tíos y mi papá vendieron sus partes y el abuelo José me había dejado la casita de bahareque a mí con una cuadrita de tierra; yo si no vendí, allá moran muchos recuerdos, y ustedes ya saben que es donde vivo hace un tiempo. Por ahora está calmada la cosa, esperemos siga así.


Cuando me fui a vivir a la finca me iba a llevar a Diógenes pero mis primos y mis tías estaban bien encariñaos con él y a mí la verdad a veces me da la andadera entonces mejor lo dejé donde la tía Melva, allá está muy bien, pero esta vez que regreso a la finca por un tiempo arrimé al pueblo donde mis tías y les dije que me traía al perro por unos días, ya está muy viejito y en cualquier momento se muere y quiero pasar tiempo con él, y acá está viajando conmigo en el jeep, rumbo a “Las Acacias” viendo las montañas de Antioquia mientras en el pasacintas suena Black Dog de Led Zeppelin…


Tanta mierda que les dije pa´contarles quien es Diógenes, “¡Guau, ‘Guau!” ladra el perro en la parte de atrás del williys, quien sabe si riéndose de mis ocurrencias o diciendo en su idioma: “¡Tan güevón!”, y yo practico un poco de perruno mientras le acaricio la cabeza a Diógenes y le respondo: “¡Guau!, ¡Guau!, ¡Guau!”.