lunes, 21 de mayo de 2007

Las palabras no bastan

Por: Fermín López
Mayo de 2007


“¿Pero Vanessa se le aguantó toda la noche a usted esa quejadera?” Me dice Luis (el encargado de la sección económica del periódico y uno de mis mejores amigos)
–“Pues, si”…le respondo yo. –“Es que usted si chilla más que un canastado de pollos, quéjese y quéjese de lo que hace y usa, de lo que oye, de lo que ve, de esto y de aquello, de ¡todo! Y la vieja talvez con ganas de…de…tener coito… ¿cómo es que usted dice?” me pregunta tímidamente. -“Pichar” le respondo yo y me río.



Hasta razón tendrá este man, yo si vivo es como quejándome a toda hora, pero a veces es bueno decir las cosas y desahogarse, así los demás no estén de acuerdo o no piensen lo mismo, pues de eso se trata ¿no? de ser diferentes y trocar ideas. ¿Qué tal todo el mundo igual a uno? ¡Que miedo!




“Oíste ¿y se volvió a caer el dólar?” le pregunto a Luís mientras la señora de los tintos nos ofrece azúcar. “si hombre, cayó otra vez”, me responde mientras se acomoda las gafas -“eso es bueno para mucha gente, por ejemplo los que compran materias primas en el extranjero, les salen más baratas y se les aumentan las ganancias, también se revalúa nuestra moneda. Por otro lado es malo para las grandes empresas exportadoras, obviamente se les reduce las entradas, así como para mucha gente que en Colombia vive de lo que mandan sus familiares del exterior”. -“¡Media patria!” Le digo yo mientras remojo la empanada en el café y Luis mira con asombro el pocillo. “¡Tam…Tampoco exageres, no son tantos!”…me dice tomándose un sorbo de tinto.
-” ¿No? yo creo que si. Dígame si no es verdad que cada colombiano tiene por lo menos un amigo o un familiar en el extranjero. ¿Ah? sume y verá.” le replico. -“Pues si, pero si se han ido es porque quisieron, nadie los echó. Aquí también se puede conseguir. Lo que pasa es que la gente es desorganizada. O dígame como no va a conseguir plata alguien en el extranjero si por allá trabajan como mulas de sol a sombra en lo que sea, no rumbean, no derrochan, viven con lo estrictamente necesario, no malgastan en lujos y ahorran… ¡Así consigue plata cualquiera!, haga usted eso mismo acá juicioso y verá que a la vuelta de unos años tiene dinero.” me responde.



“Eso si” le digo. -“acá además de gastar en lo básico que es bien costoso: agua, luz, teléfono, gas, cable, arriendo, etc. etc. etc. se derrocha plata que da miedo ¿oiga? Porque aquí: fin de semana sin rumba no es fin de semana, y ¡jarte bastante trago hasta quedar enroscados como unas culebras!, como dice un amigo. Además compramos cosas que no necesitamos, por impulso. Y eso llegan las revistas de los hiperalmacenes y “¡vamos a comprar!”. Que “Compremos otro televisor que es que esos dos que hay en la casa no dan a basto”, que “esas bolas de latex para hacer ejercicios están muy baratas“, que “no, mejor nos compramos esa elíptica cardiovascular o un escalador hidráulico”, que “hay que conseguir el equipo de sonido que lee mp3”, que “hay que comprar otros muebles porque esos no salen con las cortinas”, que la lamparita, que el exprimidorcito, que el cojincito, que el portaesto, que el guardaaquello... Y endéudense y saque créditos y llene la casa de aparatos, vainas raras y cosas innecesarias; una casa llena de condimentos y sin nada de comida, como decían en “El Club de la Pelea”. Y hay que conseguir el último celular que trae cámara, juegos con imagen casi real, música, 10.000 ringtones, video, bluetooth, una peineta y da la hora…tiene miles de cosas, pero no le entran o se le caen las llamadas, o cuando están en una finca les toca treparse a un árbol para que les funcione, como una prima mía, que en casa de la abuela le sonaba el cel y corría como loca media cuadra pa´l palo de guayabas y se trepaba bien arriba pa` poder coger señal, mientras mi abuelo descargando un viaje de leña la miraba y exclamaba: “valiente güevonada ese aparato”. -“Jajaja!” Nos carcajeamos Luis y yo mientras se nos acerca Juan (el fotógrafo del periódico) con una cara que nos frena en seco la risa.


“Que hubo Juan, y eso, ¿te robaron la cámara?” Le dice Luis preocupado. -“O pasó algo en tu casa…” le digo yo. -”No, nada de eso”, nos responde mientras de su maletín saca algunos libros, revistas y películas…”Gracias, ahí les entrego lo que me han prestado, muy bacano, miren que no falte nada. Mañana viajo.” Nos dice cerrando el maletín -“¿y eso, sacó vacaciones?” le pregunta Luís sorprendido. -“No, decidí irme del país” –“¿Cómo?”. Exclamamos Luis y yo mientras se nos sienta a un lado la tristeza. –“La verdad ya no resisto más. Para mí este país se está hundiendo y yo junto con él”. Dice con la mirada afligida. - “Fresco Juan, que de alguna forma salimos del fango” le digo yo no muy convencido.


Juan, buen amigo y la verdad un hombre bastante reservado, esa mañana se confiesa con nosotros, nos da sus razones: injusticias, carestía, amenazas, falta de oportunidades, crisis, deudas. Habla, llora, expone sus argumentos, maldice, está decidido. Luís y yo hacemos lo que deben hacer los amigos: escuchar. Luego par abrazos de despedida y algunas palabras de ánimo que se enredan con el viento.


Debería escribir más, o por lo menos pensar en cosas graciosas como las otras veces y mezclarlas y perderme y desahogarme y tratar de reirme y combatir la tristeza o la rabia o la incertidumbre o la depre o tantas cosas...pero esta vez, las palabras no bastan.

lunes, 7 de mayo de 2007

Que cosas ¿no?

Por Fermín López
Mayo 2007


“…como iba a suponer que estarías tocando allí, en el mismo piano diez años después para mí, noches de rabia y juventud, empapadas en un blues…la la la la”. La canción de Miguel Ríos recorre los laberintos de mi cerebro y queda clara unos segundos en mi mente después de ver a Vanessa al piano en un concierto de jazz en una ciudad vecina. Era un evento cultural importante, al periódico llegó un boleto de cortesía y bueno, teníamos que hacer una nota cultural, era un trabajo duro y alguien tenía que hacerlo. -“Vaya usted que le gusta ver soplar trompetas; cuando lleguen los pasecitos pa`ver a Chente (Vicente Fernández) me los regala a mí”, me dijo Chepe mientras recogía su chaqueta y salía a almorzar. “Of course”, le respondí entre dientes, “no lo dude, en otra visita de Vicentico me voy es largando bien lejos de juida” le decía con las palabras todavía atrapadas entre mis caninos e insicivos mientras le mandaba una risita hipócrita y luego con voz clara un honesto: -“Gracias Chepe, todo bien”.


Así que allí estaba en primera fila escuchando “soplar trompetas” y dándole un poco de buena música a mis pobres oídos, torturados la noche anterior por el estridente equipo de sonido de un vecino que disparó ese maldito regatón a toda mierda. El cuarteto cierra su presentación con Off minor de Thelonious Monk y cuando se para Vanessa junto a sus músicos a recibir los merecidos aplausos me tiemblan las rodillas y empiezan a desfilar en mi cabeza imágenes de archivo de ella varios años atrás salidas de mis hemisferios cerebrales. Van pasando una a una a milésimas por segundo.


Después de esperar un buen rato, por fin logro acercarme a saludarla: -“¡hey Vane!, buen concierto. ¿Cómo vas?” le digo sereno ocultando la sorpresa de volver a verla”. -“!Hola don seco!, ¿no me regalás un abrazo después de tanto tiempo?” me dice efusivamente mientras esboza una sonrisa y sus ojos grises me revuelcan el baúl de los recuerdos.

Salimos, caminamos, nos miramos, piso una mierda -“Jueputa!”, reímos, le presto mi chaqueta, me limpio el zapato en un charquito de agua, me muestra la luna, vamos a tomar algo, hablamos: Que -“cuando volviste al país”, que cómo supe del concierto, que -“que tal Barcelona?”, que si ya me casé, que -“bobo, vos no cambiás” que a que me dedico ahora, que -“cuanto te vas a quedar“, que ahora no tiene novio, que “¿Cómo? ¿te quedás del todo?”, que mi mamá que tal, que -“el pelo rojo te queda muy bien”, que si todavía odio a Caracol y RCN, que -“si, con todas mis fuerzas!”; que -“dame tu mail y tu celu”, que -“yo quiero un yogurt”, que -“y yo un kumis” que -“que bueno volver a verte”, que -“no querés comer algo?” que -“no, o si, una ensaladita de frutas, gracias” que -“cómo pasa el tiempo” que…que….-”que cosas ¿no? como dice Kiko el del Chavo del Ocho” que -“jajaja, bobo, ponete serio”.

En fin, hablamos y hablamos y hablamos; de la vida, de música, de recuerdos, de Locombia, de sueños, de frustraciones, de proyectos; mierda.

Mientras charlamos en mitad de un autoservicio de los que están abiertos 24 horas, se sienta al lado una pareja de pelados (de esos que se ponen los pantalones como cantinflas) y sólo están unos minutos en la mesa. Cuando se levantan para irse le dice uno al otro: “Mira que Taty me va a pasar su Ipod de 40 Gigas llenas de music”…y salen mientras le comento a Vanessa que bacano que los chinos de hoy en día homenajeen con su vestuario al gran Mario Moreno.

-“Oiste?” Me dice ella: -“¡40 Gigas de música!, que barbaridad ¿no?, ¿cómo harán?” “¡Que inmediatez!” le respondo yo, -“¡ahora lo quieren todo de una! Lo tienen todo y no tienen nada. ¡40 gigas de música!, ¿a que hora se va a escuchar ese viajao?, la oirá si, pero ¿escucharla? eso por encimita son como 35.000 canciones. Esperate yo hago la cuenta aquí en el celu.” Tuc, tic, tic, tic… menú, tic… extras, tic… calculadora. ”Cuanto dura una canción en promedio?” le pregunto a Vanessa. “No sé cinco minutos, puede ser?” me dice ella. “Ok” le digo y hacemos la cuenta. “Si, va a necesitar algo así como120 días sin dormir para oírlas todas; ahora, si le da por visitar el país de Morfeo pues se gasta casi sus 200 días…para oírla…ahora, para escucharla? lo coge el bautizo de su primer hijo y aun no acaba, creo yo.”


“¡Que vaina! Cómo cambian los tiempos (si, ya sé que soné a viejito) ¿Te acordás cuando íbamos a comprar música hace unos años?” le dije. “Cómo olvidarlo”, me contesta mientras sus ojos continúan requisando los fantasmas del pasado. “Era todo un ritual, de esos que se pierden con la modernidad, la tecnología y la prisa” me dice mientras se recoge el pelo rojo. “Aquellas largas tardes en la tienda de discos mirando, escuchando, anotando, comprando, coleccionando. ¡Que tiempos!” sonríe mientras come su ensalada de frutas.

En ese entonces tocaba comprar los CDS porque no existía la banda ancha por donde bajarlos gratis y encontrar buena música piratiada era un lío. Después de ahorrar e ir a comprarlo con esa emoción (parecida a cuando éramos chicos y nos llevaban a comprar el estrén, los útiles escolares o algún juguete) nos íbamos para su casa a escuchar la última adquisición. Un viernes cualquiera recuerdo que compramos el Unplugged de don Eric Clapton, el patrón de las seis cuerdas.

Esa vez le tocaba a ella romper el empaque. Teníamos un acuerdo, cada 15 o 30 días comprábamos música, nos intercalábamos. Y el que no compraba el CD, pues abría el CD y compraba un cassette TDK para hacer una copia de seguridad…si, ya sé, ¡pa` piratearlo! Pero ¿como se iba ir el otro para su casa con las manos vacías?; además, que tal que se cayera el CD y se partiera, o que hubiera un incendio y se quemara, o que el gato de Vane lo rayara después de encontrarlo por ahí en sus tardes de ocio -porque que animalito tan inoficioso, ¿lo han visto? Un puto gato ¡no hace nada! Se la pasa durmiendo, comiendo, haciendo pereza. Ni saluda el hijueputa y ¡por la noche se va de juerga! Un perro por lo menos menea la cola y lo saluda a uno o ladra y avisa si hay ladrones. Aunque la verdad pa`mi ¡los animales son pa`las fincas! Un animal en la ciudad es un pecado. Si mantiene aburrido uno que sale cuando le da la gana, ahora un pobre animal encerrado. Que estén por allá en una finca corriendo en una manga, cagando y meando tranquilos sin un humano ahí al lado dándoles periódico a diestra y siniestra madriándolos porque hicieron sus necesidades…en fin.-

En que iba? Yo soy el putas pa` perderme…¡ah sí! ¡ya! en la última vez que habíamos ido a comprar music, como Vane había comprado el Pulse de Pink Floyd un mes antes y me dio el honor de sacarlo de la envoltura transparente (todo un ritual ¿oiga?). Estuvimos como media hora sólo observando el bombillito intermitente que traía el estuche. Ahh ¡tiempos aquellos! “¡Que par de ancianos!” dirán algunos. Pero así era. Entonces ahora le tocaba a ella abrir el de Clapton. Eso era con todo el protocolo del caso. Sacaba uno el CD, lo miraba, lo remiraba, palpaba la textura sobre el CD, lo olía: -“¡huele a nuevo!” (claro guevón, pues si era nuevo).Luego empezábamos a oírlo, que -“devolvelo a ese sólo que está brutal”, que -“apagá la luz que así es mejor escuchar música...” que -“repetí la número tres que está de lujo...”, que -“oye, me dieron ganas de llorar con esa canción...” que -“se la compuso al hijo que se le murió, leí por ahí...”, que -“si escuchás ese piano al fondo?, esa pandereta?...”, que - "Si con esa canción no se enamoró Layla, es de palo..." etc etc etc…

Ahora es: baje de Internet y queme y corte y peque y échele candela, y adelántelo con un simple clic y ya. Oyó. Si. ¡Pero no escuchó un culo! Que -“lléneme este CD de mp3”, que “embútale mp3 a estas 4.7 gigas que le caben a este DVD, me lo llena ¡hasta la última mega!”. Que -“páseme acá a esta memoria VAIO de 4 Gigas que me salió pirata y sólo tiene 64 MB…” (pues con esas memorias VAIO tumbaron a mas de un ingenuo, 40.000 pesitos una USB VAIO Sony 4 Gigas, ¡por Dios! ¡Eso no existe! Que tumbada tan brava. Todavía se hacen foros en la web sobre la estafa). Que -“lleve su disco duro yo le copio la música”, que -“quémeme todo eso”, que -“róteme todo aquello”, que -“¡cómo que tiene todo lo de Sutanito!” que -“¿y todos los trabajos del grupo X?” que -“copie”, que -“pegue” que -“métale todo lo que le quepa a este Ipod de 60 Gigas! “…¡que vaina!


Acompaño a Vanessa en el taxi a su casa y le comento: “Si hasta uno cae en el juego, y eso tiene uno tanta música que ya ni escucha”. Como me dijo un amigo un día todo aburrido: “Parce, ya hice la cuenta, todo lo que tengo de música en Mp3 no lo alcanzo a escuchar en lo que me resta de vida. Debería vivir hasta los 102 años”. Se va perdiendo el ritual, la sorpresa, la capacidad de asombro, el análisis. Tenemos más tecnología y menos tiempo, ahora parecemos maquinitas. Que -“lo quiero TO-DO y ¡YA!” ¡Que inmediatez! Que afán de saberlo todo, de tenerlo todo. Que manía de ver y no observar, de oír y no escuchar, de hablar y no pensar, de no esperar…

En el taxi vuelve a pasar la melodía de Miguel Ríos por mi mente “Pensar que un taxi me empujó a sacarte del baúl, en naftalina conservo, tus caderas, el alcohol….la, la, la, la” y pienso: “esa canción se me perdió hace tiempo, mañana la bajo por internet”, Vanessa mira la ciudad a través de la ventanilla del carro chispoteada de gotitas de lluvia y me dice: “oye, estos días me quemás el Unplugged de Eric Clapton?, hace tiempo me lo rayó el gato”. “¡Fresca! Si quieres te quemo todo, tengo todos sus trabajos musicales en mp3…” le digo, nos miramos y reímos. Que cosas, ¿no?